domingo, 6 de diciembre de 2015

El día que des a luz

No importa cuánto te digan que dar a luz es el peor dolor que una persona puede experimentar; la experiencia siempre te cogerá por sorpresa y la idea que te habías hecho del peor dolor que alguien puede soportar se queda corta. No importa cuánto en contra de los calmantes estés, en ese momento todas las drogas que te ofrezcan para reducir el dolor te parecerán pocas.

Tu parte racional y pensante desaparecerá, dejando al descubierto tu parte primitiva, salvaje.

Actuarás por instinto y reaccionarás de manera imprevista a los acontecimientos. Dejarán de importarte la belleza, la vergüenza, los modales e incluso el pudor. Nada va a importarte más que aliviar el dolor, que irás sintiendo como aumenta en frecuencia e intensidad durante tres o más de veinticuatro horas.

Sabes que será el momento de mayor dolor físico de tu vida y a la vez mayor placer emocional. Tienes miedo, pero a la vez esperanzas. Tienes dudas sobre cómo se desencadenará el parto y al mismo tiempo, curiosidad.

Habrás planeado con anterioridad  un plan de acción pero ese día casi olvidarás la maleta y te habrás vestido a duras penas.

Lo sufres... y lo sufres más...

Y cuando crees que el cuerpo humano no puede soportar más, sentirás más y más presión hacia abajo de tu cuerpo y luego será como un fuego que te quema entre las piernas y entonces te despresurizarás como una botella de champán al descorcharse y sentirás un alivio intenso. Luego respirarás "por fin" y te pondrán en brazos a tu bebé, calentito, mojado, blandito... entonces todabía no te importará que cara tenga ni te planterás si tiene algún problema, sólo sentirás felicidad por haber acabado el sufrimiento y que tu hijo esté vivo.

Ahora muchos médicos manipularán tu cuerpo. Te coserán, limpiarán, meterán los dedos en tu vagina, presionarán tu vientre enérgicamente y otras cosas que te producirán incomodidad y dolor. Ahora te arde toda el area pipí-popó y no tienes ni idea de la magnitud de los daños y tampoco quieres saberlo pero tranquila, la mayoría de las veces es menos grave de lo que nuestra sensación nos indica. Mientras ocurren todas estas cosas tu aprovechas para mirar a tu bebé y sientes una inmensa ternura que solo un bebé puede hacerte experimentar y además es tuyo... y te llenas del mayor orgullo del mundo.  Te sientes plena, una felicidad extrema que sólo los padres entienden. Has creado un bebé en tus entrañas y te has partido en dos para traerlo al mundo. Te sientes débil físicamente pero a la vez fuerte, poderosa, capaz de todo.

Ahora estás feliz... y cansada... y dolorida... y con ganas de que pase el tiempo para salir del hospital y sentirte físicamente mejor... pero le miras y quieres parar el tiempo. Quieres que se quede justo así para siempre, pero a la vez tienes ganas de descubrir cómo evolucionará en cada etapa de su vida y en qué persona adulta se convertirá.

Te sacan del paritorio y te preguntas si puedes darle ya el pecho ¡Adelante, claro que puedes! Y te lo acercas y comienza a mamar con su pequeña boquita calentita, se siente raro, pero agradable. Ahí está por fin, comiendo de tu cuerpo, tan frágil, tan pequeño...

Ahora tu bebé duerme. No puedes parar de mirarle. Vienen las visitas y recibes los mayores piropos que una madre puede oír "que guapo es tu bebé" y para tí no solo es guapo, es precioso, divinamente perfecto.

La gente empezará a hacer conjeturas sobre a quién se parece, la nariz del papá... la boca de la mamá... todos miran a los tres a ver si logran predecir que cara tendrá el pequeño en el futuro pero a tí no se te ocurre apartar la mirada del bebé, al padre ya lo tienes muy visto, solo quieres mirar a tu hijo... "mi hijo" pensarás, "que raro suena todo esto, parece que estuviese en un sueño". Aún estás haciéndote a la idea de que esa personita es tuya, aún os estáis conociendo y cada vez sientes más amor por él. Tardarás bastante en ver cómo es tu hijo; conocer cada detalle de su personalidad te parecerá fascinante.

Las visitas se van y te aconsejan dormir un poco, aprovechar los sueños del bebé, pero para tí es imposible. A las molestias físicas se le suman los temores por la muerte súbita del lactante. No podrás dormir durante días y lo sabes, pero no te importa. Lo único que te preocupa ahora mismo es que el niño no pase hambre, esta es ahora tu única prioridad.

Tu bebé ya parece más desinflado y está empezando a tomar su color normal. El día de su nacimiento casi ha acabado. Aún le miras preguntándote "¿Este es mi bebé?" Y durmiendo tu bebé sonreirá, y tu, ahora que tu acompañante se ha dormido, llorarás de emoción. Acabas de vivir la experiencia que más veces contarás durante el resto de tus días, el día que marcó para siempre un antes y un después: El día más importante de tu vida.

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