Una semana antes de fin de año, cada año, siempre escribo una carta para recordar un poco cómo ha sido mi año, dar las gracias por las cosas buenas que me han pasado y repasar qué he aprendido de lo malo.
Este año... no sabría muy bien, en principio, por qué razón dar las gracias.
Le he pedido muchas cosas a la vida, muchísimas, pero nada para mi. He encendido velas pidiendo salud para los míos muchas veces y durante demasiado tiempo. Me he sentido sola. He llorado. Me he empoderado. Me he perdido. Me he encontrado. He dejado de saber quién era para luego darme cuenta de que sólo soy quien yo elijo ser. He perdido la esperanza varias veces hasta reconocer que eso a veces pasa y esta bien. Me he dado cuenta de que mis emociones negativas bien controladas traen consecuencias positivas. Que llorar no es malo cuando sabes secarte las lagrimas sin la ayuda de nadie. Que enfadarse es no comprender suficiente. Que tener miedo es humano. Que ayudar a los demás a veces significa dejarlos de lado. Que pase lo que pase, no pasa nada. Que no puedo volverme loca por no poder controlar lo que está lejos de mi alcance.
Empecé el año en España ya que habíamos ido por navidad. Empecé el año en un chalet alquilado maravilloso donde mi hijo estaba centrado, hablando claramente y sin comerse las uñas como solía hacerlo en Canadá. Los días estaban llenos de sol y amor. Empecé 2019 con el maravilloso recuerdo de unas cenas familiares llenas de buenas intenciones como cuando era niña y de un fin de año increíble donde TODOS mis amigos dejaron de lado cualquier otro plan para estar con nosotros. Por mi familia y amigos; eternamente agradecida.
En enero, el diagnóstico de autismo de un hijo... dos meses de negación, cuatro para aceptarlo.
La muerte de mi perro al que dejé en España. Los tres días que pasé llorando sin comprenderme a mí misma ya que lo había abandonado (lo dejé con mi cuñado) lo cual quería decir que no me importaba pero ahí estaba yo llena de lágrimas recordando cuando era un cachorrito que se comía los cables y el papel higienico.
El diagnóstico de cáncer de mi padre. Pensar que si me dolió la muerte de mi perro no sería capaz de vivir sin mi padre. Vivir su operación desde la distancia mientras me comía las uñas esperando la peor de las respuestas por whatsapp, más diagnósticos, quimioterapia, los efectos de la quimioterapia, no estar ahí para nadie que me necesitase. Pensar en múltiples ocasiones que quizás no le volvería a ver y que no me perdonaría por no haberlo dejado todo para estar a su lado. Tener fé como única opción.
El nacimiento de la hija de mis buenísimas amigas que buscaron embarazarse por años. No estar ahí para compartir esa felicidad.
Que mi primera y única sobrina no me vea como su tita sino como la hermana de su papá. Que sepa quien soy pero no me conozca. Que le pida a mis hijos por skype que vayan a su casa a jugar con ella.
La noticia de que iba a tener un nuevo sobrino. Su nacimiento. Conocerle por fotos. No saber lo que es cogerle en brazos. No tener fotos con él.
El embarazo de mi mejor amiga de toda la vida, el dolor de saber lo que es que nazca el hijo de alguien que te importa y no estar ahí para apoyarle.
Este año, si tuviera que describir en general como me he sentido; diría ausente. He sentido que no he estado ahí para ayudar a los mios o ofrecerle un hombro en el que apoyarse. Me siento como un fantasma que vive en otra dimensión y solo puede comunicarse por ouija. Quizás por eso decidí dedicarme a hacer videos para youtube, para que la gente que tengo lejos me recordase tanto como yo a ellos.
Este año he descubierto que lo que necesito no es tener amigos en Canadá para ser feliz. Que nada reemplaza a los amigos que ya tengo al otro lado del océano ni a la familia que siento que he abandonado.
Me he dado cuenta que en España hice una vida antes de venir. La mitad de mi vida está alli y la otra mitad me la llevo conmigo cuando voy. Puedo vivir sin todo eso pero la vida es demasiado corta... y aunque puedo, no quiero. Canadá es un lugar hermoso para hacer dinero, pero no hay dinero que pague los recuerdos que creamos en España, con mis padres y mis hijos, mientras tomo café con mi hermano y los primos juegan juntos o mientras simplemente me encuentro a mis amigos paseando por la calle un dia cualquiera y acabamos a las dos de la mañana riéndonos a carcajadas en un bar cualquiera.
2019 me ha enseñado que la vida no son logros, la vida son recuerdos. Ha sido un año duro, pero tampoco puedo decir que no podría haber sido peor porque a pesar de todo, los mios siguen vivos y espero que siga siendo así por mucho tiempo. La gente a la que quiero ha tenido o va a tener hijos maravillosos, por supuesto eso me alegra.
Y si miro el lado bueno de las cosas. Que mi hijo haya sido diagnosticado es positivo porque ahora todos le comprendemos. Que a mi padre le hayan encontrado un cáncer es bueno para poder curárselo, ya que eso estaba ahí adentro desde hace muchos años. Que mi familia y amigos estén lejos me hace darme cuenta de cuánto me importan, de cuanto les quiero. Éste año me ha tirado muchas veces contra el suelo y he aprendido a levantarme sin sentirme víctima por haberme caido.
Quizás no ha sido un año de oportunidades, ni de logros, ni de bendiciones para mi, pero ha sido un año en el que me he hecho más fuerte que ningún otro mientras por primera vez, abrazaba mi debilidad y acariciaba mis heridas.
2019 no tiene la culpa de que para que vaya mejor a veces debe ir menos bien por un tiempo.
Gracias 2019 porque siempre podría haber sido peor.
Gracias 2019 por un año más de vida.
Que maravillosa reflexión, me siento muy identificada, gracias por abrirte y ser tan transparente, me ayudaste a descubrir parte de mi en tu verdad.
ResponderEliminar❤️🎄Feliz Navidad🎁🎅