martes, 2 de junio de 2020

Cómo las expectativas te joden la vida



Siempre pensé que sería la tita Vero. La que en lugar de tener hijos tiene un zoológico en su casa. La tita guay que te trae regalos cuando se va de viaje y lleva a sus sobrinos a sitios muy chulos que sus padres no sabían ni que existían.

También pensé que sería la amiga que se apunta a todo, esa a la que llamar cuando rompes con tu novio o la que te salva el culo cuando el coche te deja tirada en alguna parte. La que te presta ropa y arregla las uñas porque tú no sabes.

Yo iba a ser esa novia modelo que mantiene la figura a pesar de los años, esa del precioso pelo largo y negro que siempre lleva las uñas perfectas y los labios rojos. Esa que se cuida por dentro y por fuera, la que mira sensualmente a su novio cuando se cruzan y la que le apoya en sus decisiones sin dudarlo.

También creí que iba a ser la hija que fue mi madre. Aquella que va a merendar a casa de su mamá y se queda viendo con ella esa novela que no le interesa por hacerle compañía.

Quería ser la que ha tenido éxito en la vida gracias a su gran creatividad. Una mujer empoderada. Libre. Alguien que toma buenas decisiones y aprovecha su tiempo y recursos.

La que siempre sale en las fotos familiares. La que organiza eventos. La que siempre está y cuya presencia se nota.

Pero no estoy. Nunca estoy.

No tengo animales, tengo dos hijos y mis sobrinos sólo saben quien soy porque existe skype. Nunca voy cargada de regalos porque apenas llevo espacio en mi maleta y mis viajes se limitan de mi casa de Canadá a mi casa de España (o casa de mi madre mejor dicho). Y no sé que lugares chulos hay para niños por allí, ni para adultos tampoco. Incluso me cuesta estar al día con las nuevas expresiones y músicas que se van actualizando  porque al no estar allí me pierdo la evolución cultural de mi propio pais.

Lo más parecido que he hecho a lo que esperaba con alguna amiga ha sido beber con ella por una llamada de whatsapp cuando estaba despechada. No he estado ahí para compartir lo bueno ni cuando me han necesitado. No he conocido a sus hijos recién nacidos ni les he podido ir a ayudar como me hubiese gustado.

Y olvídate de arreglarles las uñas, ni siquiera yo me las arreglo todo lo que debería. Tengo el pelo estropajoso y sólo tengo ganas de comer y dormir. Mi novio ya ni siquiera es mi novio, es mi marido. Y en el estrés de la vida familiar ya casi ni nos miramos ni nos cruzamos.

No estuve ahí cuando operaron a mi madre de cáncer de mama. No estuve ahí cuando operaron a mi padre. Ni cuando se cayeron de la moto y se rompieron algunos huesos. No puedo ir a merendar a casa de mi madre, ni le hago bizcochos para cuando invita a mis tías. No estuve ahí en lo bueno ni en lo malo y al camino que voy, tampoco lo estaré cuando las cosas se pongan aún peor.

Pasará el tiempo y la gente hablará de mí como la tita que vivía en Canadá. La que nunca estaba, la que no tiene rostro por que no aparece en ninguna foto familiar.

Me siento víctima de la vida por esto. Por no ser lo que pensé que sería, pero la realidad es que la vida no tiene la culpa de mis decisiones. Nadie me puso un cuchillo en el cuello para que viniese a vivir a Canadá. Yo así lo quise porque pensé que viniendo a Canadá sería un poco más como los canadienses, trabajadora, organizada, fuerte, capaz, independiente, libre, con recursos para poder ayudar económicamente a los mios. Me equivoqué pensando que dinero sería lo que necesitarían al final de sus años. No hay dinero que pague la presencia de un hijo, el cariño de unos nietos. No culpo a la vida, me culpo a mí por no ver que no hay oro que pague los años que he perdido de ser quien quería ser ni de lo que quería vivir. Que los recuerdos que no tengo no volverán. Que la avaricia por "vivir mejor" me ha privado de vivir sencillamente bien.

Querido Universo, siento haberte echado la culpa por mis malas decisiones.
Me equivoqué pensando que ser alguien en la vida era más importante que ser alguien que sabe vivir. Espero que mis próximas decisiones dejen constancia de que he aprendido la lección. Esperaré tus señales para retomar mi vida donde la dejé. Espero de corazón que no sea demasiado tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Cómo es posible?

 Un día me pregunté cómo alguien era capaz de encargarse de otra vida a la misma vez que seguir viviendo la suya, y me convertí en mamá.  De...