Hace mucho tiempo que quise publicar esta entrada, primero cuando una de mis amigas que llevaba 2 años intentando inseminarse por fin se quedó embarazada por primera vez, pero yo estaba tan ocupada que no tenía tiempo de escribir. Luego pensé que sería una oportunidad maravillosa publicarlo cuando mi cuñada estaba embarazada con su segundo hijo a la vez que mi mejor amiga, pero mi sobrino ya tiene 6 meses y mi amiga dio a luz a una preciosa bebé ayer y creo que no hay mejor momento para escribirlo que ahora que estoy imaginandome su nueva vida.
Estás embarazada ¡felicidades! En menos de 9 meses tendrás un bebé. Algunas mamás lloran de emoción, otras rien a carcajadas, a otras les entra un dolor de estómago terrible y a otras todo al mismo tiempo.
Ahora todo el mundo te dará consejos y te contará lo maravilloso o terrífico que fue su parto (sobre todo lo segundo). Algunas amigas te dirán que duele tanto que querrás que te lo saquen al precio que sea y otras preferirán no contarte cuanto duele para no asustarte.
Las hormonas te tienen loca. No recuerdas cuanto te sentiste tan infantil ni tan ilusionada. Ni tan cansada... vaya sueño.
Tu mamá de repente recordará anécdotas de tu infancia, sacará fotos que ni sabías que existían y tus tías te contarás tus travesuras.
Escucharás por todos lados de otras futuras mamás, imaginas que tu hij@ y los suyos algún día compartirán colegio.
Tus pechos empiezas a hincharse y endurecerse, te duelen tanto los pezones como si hubieras abrazado desnuda un cáctus de puas muy finas. Se te abomba tu aureola y se oscurece.
Lees sobre embarazos, miras a ver qué dolores, sensaciones y flujos vaginales son normales y te descargas aplicaciones que van comparando el tamaño de tu bebé con frutas y verduras.
Preparas el bolso para el bebé, metes algunas cosas de más y otras de menos, pero no lo sabrás hasta el día del parto.
Te echas fotos y piensas en lo hermosa que estás siendo el templo creador de una nueva vida.
Llega el final del embarazo. No sabes ni cómo darte la vuelta en la cama por las noches, orinas tantas veces que apenas duermes y la barriga pesa tanto que parece que tu piel se va a romper cuando te acuestas de lado. Quizás estés con diarrea, quizás estreñida. Quizás te salieron varices en las piernas, glándulas de bartolino en tus partes íntimas que no te dejan cerrar las piernas o tengas los pies de elefanta.
Imaginas miles de veces la cara de tu bebé, el día del parto, pero nunca es exactamente como lo habías imaginado. Maravillosa la vida que se prepara para darnos sorpresas cuando menos lo esperamos. Has escuchado hablar de ese dolor toda tu vida y ni te imaginas lo que es hasta que lo sientes. Sabes que no vas a morir pero sientes como si te estuvieran matando mil veces a la vez. Algunas mamás ni siquiera sonrien cuando les dan al bebé porque habían idealizado demasiado el parto. Incluso algunas madres quedan traumadas un par de días y tiemblan al recordar ese dolor que ni imaginando lo peor eran capaces de haberlo calculado. Y lo que más duele, es que un momento tan maravilloso duela tanto.
Miras al bebé, lo hueles. Tu cachorrito. Tu dulce criatura. Tu cuerpo se va empapando con oxitocina y sientes el mayor amor jamás vivido en tus carnes. Su boca calentita comiendo de ti, su tierno olor... te hacen olvidar cuán duro fue traerlo al mundo.
Llegais a casa con el bebé. Es vuestro primer día real como padres. El primer día del resto de vuestras vidas.
Coges buena parte del sofá como cambiador por los próximos dos años. Tu baño ya no tendrá velitas románticas sino patitos de goma y termómetros flotantes y tu cama será el sitio preferido para las reuniones de vuestra pequeña familia. Esa cosita ha ocupado todos los rincones de tu casa, de tu tiempo y de tu pensamiento.
Ahora te dará la impresión de que tienes un cartel en la frente de "dame tu opinión". Te alegra cuando gente a la que tienes cariño te ayuda pero te molesta bastante cuando te encuentras en el ascensor a tu vecina y te dice que tu hijo pasa hambre. Quizás alguien te reconforte con un "lo estás haciendo muy bien" aunque no sepas muy bien lo que haces. En el fondo no existe la manera correcta de hacer las cosas sino la que te funciona a ti. Ten calma, es la única manera de que todo salga bien.
Si has optado por lactancia materna exclusiva te va a ver las tetas hasta el Tato y ni siquiera sabes quien demonios es. Todo el mundo va a opinar sobre la calidad, cantidad de tu leche y posturas que usas para amamantar y con suerte tu suegra no te cogerá la teta para metérsela en la boca al bebé cuando te descuides.
Apenas distingues el día de la noche y el reloj es tu guía para saber cuanto tiempo te queda para el siguiente asalto de comer, eructar, hacer caca y volver a dormir, sin contar aquellas veces que el bebé se caga toda la espalda hasta el cuello y lo tienes que cambiar. Tranquila, lo de las 8 cacas al día sólo suele durar aproximadamente un mes.
Te sangra el chumino pero no como una regla normal. Jamás has visto una compresa llenarse tan rápido y con algo tan espantosamente espeso. Quizás pienses si deberías llamar al doctor a ver si se les olvidó algo adentro.
Te miras y no sabes muy bien dónde te quedaste porque esa que ves no se parece en nada a ti. Con suerte te da tiempo de ducharte cuando tu marido viene de trabajar y olvidémonos de hacerte el pelo o las uñas. Los tuppers de mamá son bienvenidos porque no tienes tiempo de cocinar. Nunca te has sentido tan sucia como dando de mamar, ni tan cansada, ni con tan poco pelo, porque se te va a caer el pelo, y las tetas pero de eso quizás hablaremos en otro post.
Habrá días que tu hijo duerma un poco más y te despiertes nadando en las piscinas de central lechera asturiana. ¡Que bien tu hijo sigue dormido! Pero tú tienes que levantarte a cambiarte de camiseta y a poner una toalla en la cama para poder seguir durmiendo. Por la mañana tu cama olerá peor que el perro del vecino después de un día de lluvia... y probablemente tú también, pero tendrás que esperar a que el bebé haya comido y haya alguien cuidándolo para poder ducharte.
Tu vientre bajo resuena cuando andas. Se siente suelto, fofo. No es nada agradable andar sin faja. Unos te recomiendan que hagas deporte otros que apretes bien la faja y otros te dicen que te vayas acostumbrando. "A la mierda todos, sólo quería que me dijesen que ya se me arreglará solo aunque sea mentira".
Pasa el tiempo. Dos semanas, un mes. La cuarentena. Tu bebé se está poniendo precioso. No sabes si eres sólo tú que lo ves así pero sientes que sea el bebé más bonito del universo. Se rie por primera vez, te enamoras perdidamente y vendes tu propia alma para que nunca le falte de nada.
El parto fue duro, pero no importa. Te ha hecho pasar las peores noches de tu vida, pero le adoras. No le entiendes, pero te encanta y lo que otra persona vería como fallos para tí son sus maravillosos encantos que le hacen increíblemente especial.
Tu bebé ha pasado al nivel dos y ya sabe darse la vuelta sólo y con suerte no lo ha hecho cuando lo pusiste en el filo del sofá ¿que sí? Bueno... no será la última ni la más dolorosa pero seguro que es la que más te duele a ti por ser la primera.
Nivel tres y ya gatea (nunca más volverás a estás sola en el baño), nivel cuatro y ya se pone de pie en algunos sitios ¿cómo ocurrió todo esto tan rápido? Nivel 5 y nunca más sabrás lo que es el silencio.
Reconoces sus sonidos, sus llantos. Sabes cuando está intentando manipularte aunque no lo distingues demasiado bien de cuando tiene sueño. Su risa te tiene loca y andas el día entero poniendo voces agudas y caras raras que están contraindicadas para prevenir las arrugas faciales.
¿Baby Led Weaning o puré? ¿Es muy pronto para pasarlo a su propia habitación? ¿Le quito ya el chupete? ¿Lo inscribo en la guardería? Antes parecía tan fácil tomar estas decisiones y aquí está este rollito de amor inundándome de dudas porque lo que había decidido mi cabeza entra en conflicto con mi corazón.
Tu admigdala se ha activado para siempre para protegerle aunque no esté contigo. Su bienestar es una tarea que nunca se cierra en tu cabeza. Ni cuando está en la guardería o con el papá, ni cuando crece y empieza a tomar sus pequeñas grandes decisiones que te llenarán de orgullo.
Ya sabe hablar. Ahora toca eso de la educación y los valores. Habías planeado ser todo paz, amor y explicarlo todo con una sonrisa pero se te olvidó que a veces ellos no escuchan. Y quizás un día riñas de más porque no quiere entender que algo es peligroso y te sientas culpable, pero antes de madre eres humano, llena de necesidades y emociones que no siempre son tan fáciles de controlar.
Ser mamá no es fácil. Lo que les sirve a los demás tú lo integrarás a un banco de información del que irás tirando cuando tus propias fórmulas no funcionen. Ahora te voy a decir futura madre cual es la fórmula correcta, la que te funcionará a ti: La tuya propia. Hacer lo que tu instinto te pide y actuar según tu criterio es la manera acertada de criar a tus hijos.
PD: mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá (para que te vayas acostumbrando).
Buena suerte, calma y hazlo a tu manera.
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