sábado, 14 de marzo de 2020

Diario de la cuarentena #2

14 de marzo de 2020, Quebec, Canada. 

Han surgido en internet multitud de memes relacionados con la pérdida de la cordura de la gente debido al aislamiento social y con la adquisición desmedida de papel higiénico. Muchos se están tomando las cosas con un poco de humor y el resto, lejos de enfadarse porque no se toman las cosas en serio, se rien de sus bromas, porque realmente necesitamos olvidarnos por un rato de que el mundo tal cual lo conocemos se está desmoronando ante nuestros ojos.

Ahora yo, lejos de sentirme prisionera de mi casa como solía pasarme todos los inviernos, me siento segura, cómoda, alejada de los problemas del resto del mundo. Mi casa es grande, tengo terreno para salir aunque siga habiendo veinte centímetros de nieve y aún haga -4 grados. Me siento privilegiada teniendo en cuenta que el resto del mundo está prisionero en pisos sin terraza.

Esto me ha hecho pensar en si las personas realmente tenemos unos deseos de vida o si sólo es envidia por compararnos como viven los demás. Antes yo me sentía prisionera en mi casa porque sabía que al otro lado del mundo la gente salía para tomar café o cervezas juntos, irse a bailar o simplemente fumarse un cigarro sentados en un banco y yo también quería eso. Ahora que sé que eso no está ocurriendo en ningún sitio, ya no siento esa presión sobre mis hombros. Ya no hay gente subiendo a facebook fotos de reuniones familiares ni paseos por el campo. La gente no enseña sus capturas de pesca, no salen disfrutando del sol en la playa. Todos estamos en bata, tranquilos en casa. Ya no hay sensación de estar perdiendome nada. De echo, de alguna manera, estoy disfrutando mi aislamiento porque por fin siento que ésta es mi única opción y de algún modo me he resignado a entenderlo.

Antes no tenía paciencia con mis hijos y ahora estoy enseñandoles a leer como si fuese mi vocación.

He visto que si quiero puedo, pero que lo primero es querer poder, no con la mente, sino con el corazón.

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