Hoy he estado en el cerro de mi ciudad. De pequeña solíamos venir mi familia y yo. Jugaba con mi prima a rodar por las colinas, a buscar caracoles, a meternos en las cuevas que formaron las piedras con los años.
Hoy ha sido precisamente esa prima quien me trajo a este lugar que no visitaba desde entonces. De repente oí a alguien decir que el día estaba muy bonito y que no sabemos lo que tenemos. Vivimos rodeado de playas, tenemos senderos en parques naturales, tenemos dos paseos marítimos, tenemos sol, tenemos historia.
Y ahí estaban mis hijos jugando en la misma tierra que yo pisé con mi prima la que estaba sentada junto a mi hablando de cosas de adultos.
Yo si sé lo que tenemos. Quizás porque he vivido durante tantos años en un lugar en el que solo veía el sol una vez cada 10 días, porque la soledad me hizo valorar a la familia, porque no estar en mi tierra me hizo valorar mi historia. Vivimos en una tierra maravillosa que nadie valora lo suficiente. Tenemos unas tradiciones maravillosas, una historia que deberíamos recordar. Estamos en un lugar maravilloso que no valoramos simplemente porque aunque lo disfrutamos, no estamos del todo ahí. Estamos sin estar. Vivimos el presente solo en cuerpo, pero pocas veces con la mente y el alma.
¿Cuántos de vosotros os habéis parado a oler el aire? ¿A sentir el calor del sol? ¿A escuchar los pájaros? ¿A admirar la sonrisa de vuestros hijos?
¿Cuántos habéis agradecido las piernas que os hacen caminar, los ojos que os hacen ver, los oídos que os hacen oír? ¿Cuántos habéis bendecido a aquellos a los que amáis? ¿Cuántos os habéis permitido el lujo de amar en vuestro momento presente?
Si estas leyendo esto será porque la vida te ha dado otra oportunidad para que lo hagas, y dime ¿ya has agradecido a la vida por eso?
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