martes, 17 de marzo de 2020

Diario de la cuarentena #5

Martes 17 de marzo de 2020, Quebec, Canada

La gente se está volviendo loca comprando provisiones por si se acaban. En todo el mundo entero se están viendo situaciones sin precedentes: supermercados vacíos de alimento, peleas por llevarse el último rollo de papel y búsqueda sin suerte de mascarillas y gel desinfectante.

Hablo a diario con mis padres y mis amigos. Hoy he hablado además con mi hermano, mis hijos han visto a sus primos y Eli se ha quedado charlando con Carla. La verdad es que agradezco sus llamadas. Me gusta ver a mis sobrinos y me encantaría de alguna manera formar parte de sus vidas.

Empiezo a notar la falta de colegio. Hoy me ha faltado la paciencia un poco más que ayer y probablemente menos que mañana. 21 día es el promedio del ser humano en adaptarse a las situaciones. El mio es de dos semanas, con eso de que he vivido en tantos sitios y he tenido que adelantar y atrasar mi reloj biológico tantas veces con nuestros cambios de continente. Dos semanas tardamos en adaptarnos a las nuevas situaciones. Aunque para mí la cuarentena no es algo tan nuevo. Yo ya vivía un poco así de costumbre. En invierno hiberno por culpa del frío. Rara vez salgo de ocio y antes de conocer a Maire no tenía amigos en este lado del mundo. No suelo ir a comprar sola porque hay que cambiar de ciudad para ir a la tienda más cercana. Prácticamente llevo en cuarentena desde que volví de España.

Ahora, siento que todas aquellas personas que me decían que en Canadá se vive muy bien, me entienden. Están en el peor momento de la adaptación, en medio del síndrome de abstinencia de libertad y socialización. Yo ese síndrome lo pasé cuando volví de España la última vez.

No me comprendían cuando les decía que vivir en soledad es la peor de las existencias. Que no tener libertad es una tortura. Que saber que el resto del mundo tiene motivos para sonreir y tú no es para perder la cabeza. Ahora me entienden, por fin... por desgracia.

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